¿Qué son las propuestas de valor?
Este concepto, muy usado en el mundo de la mercadotecnia, es una declaración de la empresa hacia el cliente, a través de la cual le comunicamos de forma clara y breve qué hacemos, para qué sirve y por qué eso es importante para él.
En pocas palabras, la propuesta de valor es su “para qué sirve”. Se trata de una estrategia muy importante de definir, pues si no se hace de la forma correcta, el usuario no generará ningún interés en nuestra marca.
¿Cómo hacer una propuesta de valor?
El primer lugar, se ha de tener en cuenta que, a través de la propuesta que le hacemos al cliente, éste ha de sentirlo como un acto de confianza, pues debemos transmitir compromiso con el cliente y mostrar que aportamos valor a su vida. Es decir, a través de la propuesta de valor, el cliente ha de preguntarse “¿qué necesito?” para que la marca ofrezca la solución a estas necesidades.
En segundo lugar, la propuesta de valor debe resumirse brevemente en una sola idea o concepto, y es importante que esta idea sea fácil de entender y fácil de recordar. Así, la propuesta de valor debe responder a las siguientes preguntas:
- ¿Qué haces?
- ¿A quién va dirigido?
- ¿Cómo lo haces?
- ¿Para qué sirve?
Estas preguntas deben estar bien definidas y ser claramente identificables en el mensaje que vamos a transmitir.
A efectos prácticos, la propuesta de valor debe diseñarse con los siguientes elementos:
- Título, que defina qué ofreces al cliente. Debe ser claro y conciso.
- Subtítulo. En él detallas, de forma breve, qué haces, a quién va dirigido y por qué.
- Beneficios o características del producto. Brevemente, deben definir cómo lo haces y para qué sirve.
- Apoyo visual. Este es el elemento más importante de todos. Una imagen o un vídeo que acompañe a tu propuesta de valor debe estar optimizada y tener un mensaje visual acorde a aquello que queremos transmitir.
Cumple tus promesas
Cabe puntualizar, aunque pueda resultar obvio, que nuestra propuesta de valor, es decir, nuestra promesa al cliente, debe ser coherente y, por lo tanto, debemos poder llevarla a cabo. De nada sirve una propuesta de valor irreal, pues el cliente perderá la confianza en cuanto conozca el producto.